Comentario
Expresión máxima del ideal humanista y equiparado por muchos a Fidias en el arte griego de la época de Pericles, fue en vida llamado el Divino, una existencia corta que sólo duró treinta y siete años, pero que le granjeó prestigio duradero y universal. Y no tanto por el cuantioso catálogo en que se advierten préstamos de Leonardo y Perugino, de Miguel Angel y Fra Bartolommeo, que supo asimilar con talento sincrético, sino por la equilibrada síntesis formal y colorista del mundo pagano con el cristiano que constituye el encanto y luminosidad de su pintura.
Nació Rafael en 1483 en Urbino, donde su padre, pintor, trabajaba para Federico de Montefeltro en la decoración del Palacio Ducal. Poco obtendría del consejo paterno, pues Giovanni Santi murió cuando sólo contaba su hijo once años. Sus maestros fueron más bien Pintoricchio y Perugino, con quien colaboró en Perusa, donde residió desde 1499 a 1504 y allí obtuvo su aval de pintor en 1500.
De ese año es la Coronación de San Nicolás que, fragmentada, se conserva en la pinacoteca de Brescia y en Capodimonte. Se libera paulatinamente de la manera aprendida con Perugino en la Crucifixión Mond (Galería Nacional, Londres) con bello paisaje umbro de suaves colinas, y en la Coronación de la Virgen que pintó, asimismo, en 1502 (Pinacoteca Vaticana). La mejor pintura de su etapa umbra, para Cittá di Castello en 1504 (ahora en Brera, Milán), es los Desposorios de la Virgen, en cuyo fondo sitúa un templo centrado con pórtico que se emparenta con el de Bramante en San Pietro in Montorio y con la Entrega de las llaves que Perugino dejó en los muros de la Capilla Sixtina.
El mismo 1504 pasa a Florencia con carta de presentación para el gonfaloniero Soderini, y allí recibe influencias de Signorelli, Bartolommeo della Porta y muy importantes de Leonardo, su claroscuro y esfumado sobre todo, ampliando las gamas de su colorido y la amplitud del paisaje, que gana holgura y claridad para los protagonistas del cuadro, así como dinamismo, presentes en los dos jinetes, San Miguel y San Jorge (1505) que guarda el Louvre. Su primer cuadro mitológico es el de las Tres Hespérides (Museo Condé, Chantilly) con tres desnudas adolescentes al compás de una danza.
El cuatrienio florentino es la consagración de Rafael como retratista, en el que refleja la poderosa influencia de Leonardo y su Gioconda, más que su Autorretrato de los Uffizi, en la pareja de Angelo Doni y Magdalena Strozzi, fechado en 1506, sin el misterio y vaporosidad del paisaje leonardesco, pero con similar postura del busto y de las manos, advertible también en la Dama del unicornio (Galería Borghese, Roma). Mayor acento personal tienen La donna gravida (Pitti, Florencia) y La muda (Galería de Urbino) de hacia 1507, excelentes análisis de compenetración psicológica con los modelos.
Aquel fue también momento propicio para plasmar su amplia galería de Madonnas, cuya belleza, serenidad y color, templado por el sfumato aprendido en Leonardo, se instala en pirámides cerradas e isósceles ante paisajes de suaves lejanías: sobresalen la Virgen del Prado (Viena), la del Jilguero (Uffizi), la Bella Jardinera (Louvre), la Madonna del Gran Duca (Pitti), la Madonna Colonna. Los grandes museos se engalanan también con versiones de la Sagrada Familia, a veces con Santa Isabel y San Juan, como la del Cordero (Prado) o la de Munich, donde las engloba en la misma composición piramidal ante paisajes vistos desde alto observatorio. En la Virgen del baldaquino (Pitti), que dejó inconclusa al ser llamado a Roma en 1508, asienta a los personajes, influido por Fra Bartolommeo, en dos planos distintos con la Virgen al centro y en alto, sin abandonar la disposición triangular. Muestra de su actitud receptiva al dinamismo de Miguel Angel es el Descendimiento de la Galería Borghese (1507), donde afronta por primera vez el componente dramático.